El verdor del artista: Cuando la inmadurez se hace exposición

A veces, cuando recibes una invitación de inauguración de una exposición, te das cuenta al instante de que te enfrentas a una de esas situaciones clásicas, casi cómicas, del mundo del arte. Y no hablo de la obra, ni de la técnica, sino de lo que me atrevería a llamar el "verdor" del artista: ese estado primario de ingenuidad, como una hoja que acaba de brotar y que aún no sabe que el viento puede arrancarla sin previo aviso.


Esos artistas que aún no han expuesto en una galería con condiciones, que no han vivido la experiencia completa del backstage del arte, son como esos novios o novias que, aunque te digan que te aman, no dejan de coquetear con todos los que se les cruzan por el camino. Te mandan la invitación de la inauguración a todas las galerías de la ciudad, como si les sobrara espacio en su corazón artístico. Yo me pregunto, ¿si estás a gusto con tu galería, por qué invitar a las demás? ¿Será que ya estás pensando en cambiar de pareja? En fin, los celos son una constante, incluso en el arte.


Y es que, ¿quién se siente verdaderamente tranquilo cuando ve que un artista ha hecho una lista de distribución masiva, enviando notas de prensa a todos como si estuviera lanzando una red de pesca sobre el mundo?. Me he encontrado más de una vez con artistas que se entusiasman de tal manera con su primera exposición, que su idea de promoción se reduce a pasar la invitación como si fueran panfletos. Con una dosis de energía por encima de lo racional, mandan sus comunicados a todo aquel que puede ser capaz de darles un mínimo de atención. Y, claro, esto no es solo un error, sino una desconexión total con la realidad de cómo funciona este universo. La realidad, querido artista novato, es que el galerista es quien hace la difusión, quien mueve los hilos y te coloca en el mapa. Eso no significa que tú no seas el alma del proyecto, pero sí que sin esa red de apoyo detrás, tu obra no llegaría ni al final de la calle.


En el fondo, todo esto es parte del proceso. La madurez artística no se construye de la noche a la mañana. Como las estaciones, hay que dejar que el tiempo haga su trabajo. Sin embargo, entre tanto verdor, es fácil perderse en la emoción de un primer paso. Y eso, queridos amigos, es lo que da vida a este mundillo tan fascinante: la inocencia, las primeras veces, los pequeños errores que, al final, nos hacen aprender a apreciar lo que es verdaderamente importante en el camino del arte.


Así es el proceso. Y sí, en ocasiones, vemos a los artistas con esas mariposas en el estómago, pero esos “verdores” también forman parte de la magia de este mundo, de ese proceso de maduración que les llevará, con suerte, a comprender que la fidelidad, el trabajo en equipo y la humildad son las claves para navegar este oceáno.


Este es solo un vistazo a la jungla del “verdor” en el arte. Habrá más historias, más anécdotas. Les dejo con una frase, como un recordatorio sutil: "Solo los que aprenden a callar, aprenden a escuchar". Que en este mundo, escuchar es un arte en sí mismo.


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