El arte contemporáneo tiene algo de espejo roto: cada fragmento refleja una imagen distinta, y depende de dónde te coloques verás una feria vibrante, un teatro de vanidades o un escenario de silencios calculados. ARCO, la feria de arte contemporáneo de Madrid, ha vuelto este año con una energía renovada, una selección más arriesgada y propuestas que han sacudido el letargo de ediciones pasadas. Pero entre las luces de neón y las instalaciones espectaculares, ha sucedido algo que debería haber retumbado en los cimientos del mundo del arte y que, sin embargo, ha sido envuelto en un silencio espeso.
El primer día de la feria ARCO, Marisol Salanova se convirtió, sin quererlo, en el centro de una tormenta que muy pocos parecen estar dispuestos a ver. La agresión sufrida por la periodista y escritora, a manos de la exdirectora del CNIO, María Blasco, y su pareja, Ruth Toledano, pasó casi desapercibida en el caos del día inaugural. Un hecho grave, impensable en un contexto que presume de aperturista y progresista. Salanova, en sus artículos recientes, ya había dejado claro que no dudaba en señalar las sombras que se ocultaban bajo el liderazgo de Blasco al frente del CNIO, y el papel del comisario que había sido su cómplice en el entramado de poder. El resultado ha sido una agresión, no tanto física como verbal, que ha tenido una repercusión sorprendentemente baja.
Me pregunto por qué. Lo que ocurre en este mundillo —un mundo al que todos parecen pertenecer, al que todos responden— es que cualquier mínimo altercado o escándalo suele ser tomado como una señal de alarma. Los grupos, las asociaciones, las voces comprometidas, los aliados de siempre: todos saltan de inmediato a la palestra, como si el aire mismo estuviera contaminado por el revuelo y sin perder ocasión de alzar la voz cuando se trata de denunciar injusticias. Pero esta vez, no hubo una ola de indignación. El mar quedó calmo, tan calmo que la incredulidad me invade. Marisol, con su pluma valiente, ha sido agredida en un espacio público de arte contemporáneo, y nadie se atreve a alzar la voz.
Es importante señalar que la seguridad de ARCO actuó con diligencia y puso a salvo a Marisol. Sin embargo, lo que se echa en falta es un pronunciamiento. En un evento de tal magnitud, donde cada gesto y cada silencio dicen algo, la ausencia de una declaración oficial deja un vacío inquietante.
Pero lo que más me llama la atención es el movimiento de ARCO. El viernes 7, justo cuando la noticia ya había trascendido, la feria publicó un post en Instagram (ojo, solo en Instagram, no en Facebook) anunciando la apertura al público general. Y en la primera imagen de ese post aparecía, con gesto sereno, María Blasco. ¿Casualidad? ¿Será esto un apoyo implícito a la exdirectora del CNIO? ¿O simplemente la muestra de que hay algo más que no sabemos, algo más profundo que involucra a otros actores en esta pieza de ajedrez? La falta de reacción de la feria frente a lo sucedido a Marisol me hace pensar que tal vez hay más personas involucradas de las que imaginamos. Puede que Marisol no haya incomodado solo a Blasco, sino que ha tocado fibras sensibles en otros lugares donde el poder se mezcla con el arte y las relaciones personales.
A pesar de esta desoladora atmósfera de silencio, tengo que decir que ARCO, en términos de contenido, me ha sorprendido para bien este año. El aire que se respiraba en la feria no era el de años anteriores, donde la tónica parecía ser la de una conformidad tranquila, una estabilidad que roza la monotonía. No. Este año he encontrado piezas que, como se dice en este círculo, rompen el viento. O, al menos, tratan de hacerlo. Se siente que los artistas y las galerías se han lanzado al abismo de lo inesperado, apostando por proyectos que no solo hacen pensar, sino que arriesgan la cohesión estética. Este es un arte que pide, no solo aplaudirlo, sino cuestionarlo.
Quizás este sea el principio de un cambio en ARCO, una feria que, al igual que otros grandes eventos de arte, necesita renovarse. Los riesgos artísticos, como los conflictos, nunca son bienvenidos en el discurso moderado de lo políticamente correcto, pero son los que empujan a este mundo a evolucionar. Y en medio de la tormenta que se desató con Marisol, ARCO ha demostrado que, al menos en este aspecto, la pasión por el arte sigue viva.
Sin embargo, la pregunta persiste. ¿Será este el arte valiente que tanto necesitamos o, en realidad, lo que estamos presenciando es solo una fachada, una obra de arte manipulada por intereses que callan cuando es necesario?
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